El Boxeador (1931) es un cuadro insólito, porque se trata de un autorretrato, con el torso desnudo, brazos replegados, puños crispados, rostro deformado y cabeza hacia delante. La asimetría del cuerpo confunde así como la boca caída del personaje, como si acabara de ser golpeado fuertemente y estuviera tambaleándose. El Boxeador fue pintado de amarillo, sus carnes son amarillas, del mismo color del fondo del cuadro, de paredes descascaradas y tan amarillas como la clara del huevo, y la piel también despellejada. Y sin embargo, pese a la piedad que inpira el boxeador, no hay para nada el más mínimo miserabilismo. Más bien entre el título y el tema de la obra se instala la ironía, la diversión, la risa, sin burla. Bonnard jamás pintó para burlarse. Bonnard hizo de los amarillos y de sus matices, los colores más inteligentes.
Zoé Valdés
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1 comment:
gracias a tí
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